jueves, 28 de febrero de 2008

" AL TORO Y AL AIRE, DARLES CALLE"





Este dicho popular, "Al toro y al aire, darles calle" parece que ilustrara esta estampa de Goya, Disparate de toritos/Lluvia de toros que puede verse en la exposición del Prado, en la excelente ampliación del Museo, allí donde en una vitrina reina la última adquisición de 2006, El toro mariposa, dibujo realizado por el pintor en la fase final de su vida en Burdeos.



He estado una de estas mañanas por allí, entre los toros y el aire, el vuelo, la diversión y la risa, el aire entre las astas y las pezuñas, los toros cruzados en Disparates, la "locura volante" trazada en aguafuerte, aguatinta y punta seca. Goya es único y nunca se cansa uno de asombrarse. Desde el perro célebre asomando su cabeza casi de la nada hasta las muecas de las pinturas negras. Goya aquí, en este disparate de toritos - varios cuerpos, varias colas, varias astas -nos trae y nos lleva por su libertad creadora camino poco a poco de esos años postreros de su vida, cuando en 1825, en una carta de Moratín, éste dice del pintor hablando de su estancia en Francia : "Goya, con sus setenta y nueve pascuas floridas y sus alifafes, ni sabe lo que espera, ni lo que quiere : yo le exhorto a que se esté quieto hasta el cumplimiento de su licencia. Le gusta la ciudad, el campo, el clima, los comestibles, la independencia, la tranquilidad que disfruta. Desde que está aquí no ha tenido ninguno de los males que le incomodaban por allí y, sin embargo, a veces, se le pone en la cabeza que en Madrid tiene mucho que hacer; y si le dejaran, se pondría en camino con una mula zaina, con su montera, su capote, sus estribos de nogal, su bota y sus alforjas".

En otra carta, meses después, Moratín comenta cómo Goya le ha dicho "que ha toreado en su tiempo y que con la espada en la mano a nadie teme".


Mientras tanto los toritos bailan ante nosotros con su lluvia de cuerpos, saltan, se cruzan, nos sorprenden y su agilidad nos fascina.

(Disparate de toritos/ Lluvia de toros, estampa de los Disparates adicionales de la edición póstuma de L´Art París-Londres, 1887 G-568.-JPEG Image )

miércoles, 27 de febrero de 2008

EL HOMBRE QUE QUERÍA SER LIBRO


- Cuando era pequeño - me dice Amos Oz -, quería crecer y ser libro: a las personas se las puede matar como a hormigas. Tampoco es difícil matar a los escritores. Pero un libro, aunque se lo elimine sistemáticamente, tiene la posibilidad de que un ejemplar se salve y siga viviendo eterna y silenciosamente en una estantería olvidada de cualquier biblioteca perdida de Reikiavik, Valladolid o Vancouver.

Estamos charlando en su despacho de trabajo, entre libros, ante un mapa extendido sobre el atril, y nos llega el aroma de esa biblioteca de infancia que él contó de forma extraordinaria en Una historia de amor y de oscuridad.

- Aquel que busca el corazón del relato en el espacio que está entre la obra y quien la ha escrito - me dice - se equivoca: conviene buscar no en el terreno que está entre lo escrito y el escritor, sino en el que está entre lo escrito y el lector. En vez de preguntar: "Cuando Dostoyevski era estudiante, ¿de verdad asesinó y robó a ancianas viudas?", prueba tú, lector, a ponerte en el lugar de Raskolnikov para sentir en tus carnes el terror, la desesperación y la perniciosa miseria mezclada con arrogancia napoleónica, el delirio de grandeza, la fiebre del hambre, la soledad, el deseo, el cansancio y la añoranza de la muerte, para hacer una comparación (cuyo resultado se mantendrá en secreto) no entre el personaje del relato y los distintos escándalos en la vida del escritor, sino entre el personaje y tu yo secreto, peligroso, desdichado, loco y criminal, esa terrible criatura que encierras siempre en lo más profundo de tu mazmorra más oscura para que nadie pueda adivinar jamás la esencia de tu existencia, ni tus padres, ni tus seres queridos, no sea que se aparten de ti con espanto igual que se huye ante un mostruo.

Salimos fuera, a la calle, y me dedica la conferencia que él pronunció hace siete años, "Sobre el goce de escribir y el compromiso". Contemplando a cuantos cruzan a a nuestro lado me habla de su trabajo de inventor de historias, de cómo imagina él los relatos y las vidas:

- Aprendí de alguna forma - me explica mientras caminamos - a morigerar mi soledad mirando a la gente, adivinando, inventando, a veces escuchando al azar fragmentos de conversación y uniéndolos, como un hombre de la Stasi. Detallitos de información para crear, a veces, un historial incriminatorio. Tengo que confesar que todavía hoy hago lo mismo cuando tengo que "matar el tiempo", por llamarlo de alguna manera, en un aeropuerto, sentado a la sala de espera del dentista o de pie haciendo cola. En vez de leer periódicos o rascarme la cabeza, fantaseo. Claro que algunas de mis fantasías actuales no son tan inocentes como mis fantasías infantiles. Pero todavía fantaseo. Y es un pasatiempo útil, no sólo para un novelista, no sólo para un escritor, sino para todos y cada uno de nosotros. Pasan tantas cosas en cada esquina, en la cola de cada parada de autobús, en cada sala de espera de una clínica, en cada café... De hecho, muchos seres humanos cruzan nuestro campo de visión cada día y la mayor parte del tiempo no suscitan nuestro interés: ni siquiera reparamos en ellos, vemos siluetas en general. Así que si uno adopta la costumbre de observar a los extraños, con un poco de suerte termina escribiendo historias al fantasear acerca de lo que la gente se hace entre sí o qué relación hay entre ellos.
Le recuerdo a Oz cuando nos vimos en Oviedo, sentados en el parque de San Francisco, tras darle el Premio Príncipe de Asturias el año pasado, aquella conversación de la que hablé en Mi Siglo el 28 de octubre de 2007.
Después me paro ante una librería. Veo un ejemplar de Contra el fanatismo, entro y consigo comprarlo. Me llevo a Amos Oz en el bolsillo transformado en libro.



domingo, 24 de febrero de 2008

SEIS MESES / OCHO 1/2



Hace ahora cuarenta y tres años - en la mañana del 24 de febrero de 1965 - estuve en Roma con Federico Fellini que rodaba en aquel momento "Giuletta de los espíritus". La entrevista con el célebre director italiano la recogí en mi libro Diálogos con la cultura.

Se le ve que Fellini - escribí entonces -, recostado en este sillón, mira los exteriores del bosque donde Giulietta Masina está bajando del árbol, descendiendo de la casa de ramas, descubriendo con ojos de payaso el suelo. El despacho en que charlamos huele a bosque, el bosque huele a decorado, los decorados los clavan los carpinteros, a los carpinteros los pagan los productores. Huelen los productores a bosque, esperan en la sombra, con sus puros habanos encendiendo sortijas en la oscuridad, a que nosotros terminemos. Suena el teléfono. Fellini se levanta, habla, cuando vuelve dice que Giulietta de los espíritus quiere tenerla montada pasado mañana.

Ahora, el 25 de febrero de 2008 este blog Mi Siglo cumple sus seis meses de vida en el espacio. Vaya hoy, como recuerdo y homenaje al gran Fellini, la luminosa pasarela final de su película 8 1/2 que ofrezco en este vídeo.