sábado, 3 de mayo de 2008

VIAJE A PIE



"A esos muchachos tan simpáticos que encontrándose en el umbral de la puerta de la vida se sienten poseídos del noble impulso de la ambición personal y - yo supongo - del archinoble impulso de la ambición de servir, y preguntan : "¿Qué hemos de hacer? ¿Podría usted tener la amabilidad de darnos una orientación y decirnos lo que podríamos hacer?", yo les aconsejaría un viaje a pie".

Con estas palabras inicia Josep Pla su "Viaje a pie" y con ellas se puede echar andar por la gran prosa de este excelente escritor. Hace pocos días hablé aquí del Mas Pla, sentado yo con él bajo la campana de su casa de campo, contemplando - casi saboreando - las delicias de la fruta. Hoy sólo puedo recomendar un viaje a pie por otro libro suyo, "El cuaderno gris", que incluso se puede visitar en la pantalla. Las anotaciones de entonces se hacen vida hoy y el pie va caminando por lugares que el tiempo no ha conseguido borrar.

viernes, 2 de mayo de 2008

CUANDO ENTONCES




Me escriben un e-mail de Radio Uruguay, de la Emisora del Sur, invitándome a participar en un próximo programa, y mis recuerdos se van cuando entonces (el título de una obra de Onetti ) con el que estuve charlando largamente en Madrid, en su casa de la Avenida de América, el 23 de febrero de 1979.

Cuando entonces todos mis recuerdos siguen en pie, "y espero, espero siempre - escribí aquel día en mi entrevista -, tendido días enteros sin comer ni dormir, y fumo incansable, bebo, abandono la Biblioteca de Uruguay y escucho a través del tabique del insomnio, no creándolo aún, pero ya imaginando que esa puerta va a abrirse y que algo de un libro abierto, poco más que episodios, va a entrar con personas que tan sólo son una y muchas a la vez, duplicadas, triplicadas, fundidas en unión clara y confusa. Y yo le haré entonces hablar a Juan Carlos Onetti, y lo soñaré hablando, y escribiré para mi personaje: ese acto de amor del escribir donde estaré ya obligado a imaginar que estoy aquí sentado, y, poco a poco, dibujar un sofá, y hacer la habitación, y poner en punto mi reloj, y concentrarme hasta ser Onetti periodista que espera al novelista Onetti; o tanto da - haciendo trampa, como "él" lo hacía cuando era "yo", tomando el ómnibus hasta la Gran Punta de las Carreteras, en el departamento de Frieda, entrando en la catedral, y haciéndome bendecir mi viaje -: tanto da; a Onetti, el novelista-periodista, lo he visto ya. Ha entrado. Quiero, y quiere hacerme este pobre muchacho de setenta años, una entrevista a mí; y yo a él. Está hecho el sofá y la habitación. Mando (manda él) que todos salgan del cuarto. Mirándolo con mis ojos cansados tras las gafas, la vista desviada, ese lector que ahora ya nos imagina, ese lector real - imaginario-, es aquel que soñando se pregunta : "¿Quién es? ¿Cuál de los dos es el Onetti auténtico?". Mientras nos lee y está a punto de dejar de leernos, le sirvo a Onetti vino, y Onetti espera a que Onetti beba el primer sorbo de su vaso".

Cuando entonces ( en aquel febrero de 1979, meciéndose hacia adelante y hacia atrás en el sofá el escritor uruguayo), me dijo Onetti dejando el vaso sobre una mesa: "No me siento escritor. Sí, en todo caso, un lector apasionado, capaz de conversar y discutir horas y horas sobre un libro. Pero ajeno. Y cuando uno escribe tampoco se siente un escritor, porque se está trabajando en la inconsciencia y lo único que me importa es escribir".

Cuando entonces bajé las escaleras de aquella casa de Madrid y describí nuestra charla larga y la publiqué luego en mi libro "Diálogos con la cultura".

Cuando entonces ocurrió todo aquello. Aún recuerdo a aquel hombre alto, de contemplar cansino, cuando acercó su última novela hasta las gafas, apoyó el libro en sus rodillas y sacó su pluma para poner unas palabras.

Cuando entonces sucedió todo aquello.

Cuando entonces.

jueves, 1 de mayo de 2008

EL OJO DE GOYA




"Se trata de mirar todo lo que se quiere expresar durante bastante tiempo y con mucha atención - aconsejaba Maupassant - para describir en ello un aspecto que no haya sido visto ni dicho por nadie. En todo hay siempre algo inexplorado, porque estamos acostumbrados a no servirnos de nuestros ojos más que con el recuerdo de lo que ya han pensado antecesores nuestros sobre lo que ahora contemplamos. La menor cosa contiene algo de desconocido. Hallémoslo".

Sin duda es lo que hace Goya al pintar los Fusilamientos en 1814, seis años después de que sucedieran los acontecimientos. El recuerdo le transmite intensidad y la intensidad de su recuerdo penetra en su ojo. ¿Presenció Goya estas escenas en las que se fusila a los amotinados que quedarían inmortalizados en "Los fusilamientos del 3 de mayo en la Moncloa"? Gassier comenta que el que Goya sea un artista realista, y fuese el primero que supo plasmar lo real con una crudeza que empieza por impresionarnos, es indudable. Pero no hay que olvidar que el ojo de Goya sabía admirablemente captar lo que veía y que su memoria le permitió, pasado el tiempo, recrear - como si las estuviera viendo - muchas escenas de las que había sido testigo.

Como todos los madrileños - sigue diciendo Gassier -, indudablemente Goya tendría ocasión, durante aquellas jornadas turbulentas, de ver acá y allá apuñalar, descargar sablazos o fusilar; no era difícil, y conociendo su afición por las escenas callejeras, es fácil imaginarle rondando por ese Madrid donde vive desde hace treinta años, al que tanto ama y al que ya no reconoce.

Su gran sordera va y viene por las habitaciones de esa casa suya en la calle de Valverde número 15, manzana 345, que compró en 1800. No vivía entonces en "La Quinta del Sordo", que no adquiriría hasta febrero de 1819.
Su ojo va y viene por esas calles de 1808, las calles le van dejando recuerdos, y los recuerdos se van tiñendo de pintura , se hacen pintura total.
Los ojos de quienes van a fusilar están mirando a Goya que les mira a los ojos.

martes, 29 de abril de 2008

EN EL MAS PLA







Me he ido una de estas tardes al Empordá, en Cataluña, a kilómetro y medio de Palafruguell, al lado de dos o tres carreteras, y poco a poco he llegado al Mas Pla, en Llofriu, he entrado en esta casa de campo escuchando el ladrido de los perros y me he sentado a esperar a que el escritor, bajo la gran campana, terminase de engomar y encender su cigarro ( en la mesa el café y la copa de coñac) antes de hablarle.



- Sabía que usted iba a venir - me dice Pla socarrón bajo su boina - porque, aunque estoy apartado de las nuevas tecnologías, sigo de vez en cuando su blog, por ese hábito de la curiosidad y de lo que se cuece por ahí. ¿Sabe usted ?- me dice mirando a la ventana y a la fuente de fruta que acaban de dejar sobre el mantel -, al mediar de la primavera llegan las primeras, pequeñas fresas de bosque y de jardín, y su perfume parece entremezclarse con el olor de las violetas. Luego aparecen los fresones que coinciden con las carnosas rosas rojas de San Poncio, con sus pétalos grandes y frescos. Las ciruelas aparecen en seguida, con su color de agua dormida, coincidentes con el apasionado y seco perfume del espliego. Y las cerezas, que son de tan diversas clases y de una gama de colorido que va del rojo negruzco a los carmines más evaporados, delicadísimos. Las mejores, ¿sabe usted?, son esas últimas, que llamamos de cor de colom, que tienen la carne dura y prieta. Los pájaros adoran las cerezas y me he entretenido a veces en los huertos contemplando los gorriones metidos en el follaje de los árboles acariciándose su pequeña cabeza en la mejilla de la fruta colgante, antes de hincarles en la carne el pequeño embudo de su pico. Las cerezas llegan con el menudo, morado tomillo y la retama amarillenta.




Después de hablar Jose Pla, de que nos tomáramos un café bajo la campana, de que el escritor diera el toque de gracia a su último cigarro, después de atusarse la boina y otear qué tiempo haría al siguiente amanecer, yo he salido despacio de este Mas Pla por las páginas de su "Viaje a pie"(Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libros), y los pies, sobre cada bellísima página de estas que llevo leyendo, me han llevado hasta aquí, hasta la puerta de Mi Siglo.


Aún continúa detrás de mí el aroma de la fruta.



lunes, 28 de abril de 2008

LAS SEGUNDAS INTENCIONES


Me preguntan en un interesante comentario a una entrada mía del 24 de abril si el General De Gaulle, el 29 de mayo de 1968 - el día en que "desapareció" de Francia - fue a ver al general Massu para comprobar si podía contar con él, y con las tropas destacadas en Alemania, por si podía utilizarlas en esos momentos cruciales.

No puedo responder más que con las palabras de mi libro, tomadas a su vez del relato que hace Sitbon ("La primavera de París") sobre aquella jornada:

"Por lo menos ( De Gaulle) ha verificado que hasta el general Massu, quizá el menos "seguro" de los jefes del Ejército francés, le asegura su apoyo indefectible.

Para explicar este famoso episodio de la vida de De Gaulle, Jean Lacouture ha recogido algunos extractos de una obra de juventud del General, Hacia el ejército profesional. Allí se puede leer:

El verdadero jefe debe saber "dar el pego en su propio campo...desorientar a propósito a aquellos que piensa emplear, hacer creer que está allí o que no está".

Pues este 29 de mayo ha conseguido plenamente este efecto. Más allá de lo esperable. Hace varias semanas que el poder gaullista tiembla y hoy, cuando su cabeza ha desaparecido, en la cima del poder se desencadena una ola de pánico. Desde el Primer Ministro hasta el menor consejero del gobierno, pasando por todos los diputados y diversos notables del gaullismo, la totalidad de esta falange que ostenta el poder desde hace diez años, ha sido cogida desprevenida.

El secretario general del Elíseo, Bernard Tricot, llega a Matignon. Pompidou cuenta:

"Entra lívido en mi despacho diciendo:

-El General ha desaparecido.

-¿Cómo que ha desaparecido?

-Pues sí... tenía que haber llegado a Colombey a las doce y media. Y a la una y media su helicóptero aún no estaba allí. Nadie sabe dónde está..."

Durante algo menos de dos horas, en efecto, "nadie" sabrá nada más sobre el tema. Pero estas dos horas de incertidumbre bastan para hacer tambalear el Estado.

Pompidou piensa inmediatamente que De Gaulle ha partido al extranjero. No para ver a Massu. Al contrario, cuando un allegado al General pronuncia esta hipótesis, se ríe. No. Pompidou ha imaginado a De Gaulle como un Luis XVl huyendo del populacho.

Las malas lenguas pretenden que, entre otras cosas, durante estas dos horas de incertidumbre, Pompidou se ha hecho preparar un avión...Como dirá Maurice Grimaud, "el miedo estaba instalándose en el corazón del Estado".

18.00 horas. El General ya está de vuelta en Colombey. La escapada no ha durado demasiado tiempo. Llama a Bernard Tricot para informarle de una cosa importante:

- Me he puesto de acuerdo con mis segundas intenciones.

Tras lo cual, está impaciente por ver el noticiario televisivo. El presentador anuncia sobriamente que el Jefe del Estado está en Colombey. Esto lo tranquiliza".

(Hasta aquí el relato de Sitbon. Quienes estábamos aquel día ejerciendo nuestro trabajo de corresponsales no podíamos imaginar que un helicóptero volara misteriosamente sobre París y sobre Francia. Detrás del piloto, al lado de Madame De Gaulle, viajaban tres personas; el General, sus primeras intenciones y también sus segundas intenciones. Las segundas intenciones se estaban poniendo de acuerdo con las primeras. Y al fin todos aterrizaron.
En mi crónica de aquel día escribí: puede que el General De Gaulle esté cumpliendo esa ley que se ha impuesto a sí mismo: "El silencio es deliberado, como la palabra es calculadora".
Misterios. Pequeños secretos de la Historia).






domingo, 27 de abril de 2008

CORRESPONSALES EN PARÍS



El periodismo y las ciudades hacen de repente amigos en el tiempo, ciudades que fueron vistas por ojos observadores, plumas que se inclinaron en hojas volanderas, yemas de dedos pulsando teclados. Los aparatos últimos para los periodistas son eso - simplemente aparatos, máquinas en continua ebullición (como el móvil, la más moderna pantalla, el ordenador ligero y casi transparente, y tantas cosas más). El ojo humano del periodista - si es ojo de verdad - no necesita estar al servicio del aparato sino servirse de él, como uno "se sirve" del automóvil rápido para cruzar los puentes del Sena y casi se olvida de que está conduciendo.

Ahora París - y el tiempo - me traen el recuerdo vivo de un amigo a quien no conozco pero a quien he leído muchas veces en libros y en periódicos, un amigo que cruza conmigo los Grandes Bulevares de París, se sienta a mi lado en la Brasserie Lipp, pasea junto a mis recuerdos y él me cuenta los suyos - acera derecha, acera izquierda - por Saint-Germain-des Pres, y luego los dos, en la noche, nos acodamos ante las barcazas a ver pasar el río. Ahora, ese amigo, Juan Pedro Quiñonero, actual corresponsal de ABC en París, me ha seguido y a la vez me ha precedido en lecturas, en su gran libro "El misterio de Ítaca" (Península), y en vueltas y revueltas por personajes literarios.

Ha tenido la amabilidad y la deferencia de comentar Mi Siglo y mi libro en su magnífico blog Una temporada en el infierno http: //unatemporadaenelinfierno.net/2008/04/25/mayo-68-y-los-corresponsales-espanoles/
Yo se lo agradezco. Paseé por París, estuve por los Grandes Bulevares, tomé una cerveza en la Brasserie Lipp, anduve por Saint-Germain-des-Pres y me acodé a esperar en los puentes del Sena. El tiempo me trajo despacio la amistad de Juan Pedro Quiñonero que venía en la gran barcaza del periodismo desde lo más profundo del río.