- En la escritura diurna - dice Magris -, un escritor, también cuando inventa, expresa un mundo en el que se reconoce; habla de sus propios valores, su modo de ser, su sentido y su concepción de la vida.
-Pero en la escritura nocturna - le contesta andando junto a él el doble de Magris - el escritor ajusta cuentas con algo que surge de improviso dentro de él y que, quizá, no sabía que tenía: sentimientos, impulsos inquietantes y también horribles que nos asombran, nos horrorizan, nos sitúan ante un rostro que no creíamos tener, nos dicen lo que podríamos ser, lo que tenemos o esperamos ser, que quizá por una simple casualidad no hemos sido.
-La escritura diurna, sin embargo ...-intenta interrumpirle Claudio Magris caminando por las calles desiertas...
Pero ya su doble enseguida le corrige:
- Mire usted, cuando un escritor encuentra a este sosias suyo, a lo mejor preferiría que dijera cosas diferentes de las que está diciendo pero, si es honesto, tiene que dejarle hablar e incluso, permitir que diga verdades desagradables; en resumen, tiene que dejar la pluma a la escritura nocturna.
Y así van, escritura diurna y nocturna de la mano, el día y la noche de los escritores, parte de luz y parte de sombra, la lucidez y la irrealidad sobre el asfalto, la conciencia y el subconsciente que nunca se separan, que nunca se despiden, que van juntos dentro de Claudio Magris como van dentro de nosotros mismos.
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