viernes, 26 de octubre de 2007

PASEOS DE BORGES

Solía ir por las tardes a caminar por la calle Florida hasta Tucumán, donde había una confitería en la que él acostumbraba a tomar un café. Después seguía por Florida unos metros y volvía más tarde hacia Maipú; pero el paseo que más le gustaba era llegar hasta la librería La Ciudad
- "Era imposible -me decía un día charlando de todo esto Fanny Uveda de Robledo, la "Fanny" que durante tantos años le cuidó-, sí, era realmente imposible caminar algunos pasos sin que alguien le hiciera algún comentario, lo parara para preguntarle algo o simplemente para saludarlo. En una ocasión, ¿sabe usted?, noté que un joven que venía caminando de frente se sorprendió al verlo. Vi su cara de asombro y sorpresa y enseguida se le dibujó una sonrisa placentera en su rostro de felicidad. Durante todo el trayecto que hicimos ese día él nos siguió de cerca pero en ningún momento hizo ningún comentario, sólo lo miraba extasiado como si estuviera por tocar el cielo con las manos.
Fanny hizo una pausa y luego prosiguió:


-Al llegar a Maipú, fíjese usted, y cuando nos disponíamos a entrar en el departamento, el joven se me acercó y me preguntó si esa caminata era habitual y si era siempre a la misma hora. Le dije que sí, que el señor solía salir a caminar por las tardes, después de dormir la siesta. Pues fíjese, ese joven volvió a acompañarnos muchas veces en las breves pero intensas caminatas que hacía el señor, se paraba cuando nos parábamos, se sonreía por los comentarios que el señor Borges despertaba en la gente, o disfrutaba de las respuestas que daba a las muchas preguntas que le hacían. Jamás le dirigió la palabra al señor ni atinó a pedirle nada. Fue un compañero silencioso y amable.


Curiosa Fanny y curioso este desconocido. Aún vive, y cada tarde camina por la calle Florida hasta Tucumán, empuja la puerta de esa confitería, allí toma un café y sale luego otra vez a Florida caminando unos metros hasta Maipú. Es un recorrido breve pero intenso. Siempre lee Ficciones. Es un librito blanco que saca del bolsillo, un librito de cuentos que se bifurcan. Los cuchillos, los tigres, los espejos salen y entran de los laberintos pero él sigue leyendo imperturbable, como si viviera Borges, como si fuera a cruzarse con él. Es el gran ensimismado de Buenos Aires, el desconocido que todos quieren conocer.




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