viernes, 21 de marzo de 2008

UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD





- Escucha, hija mía. En un Estado donde la virtud fuera de provecho, todos seríamos buenos por sentido común, y santos por conveniencia. Y viviríamos como ángeles o como animalitos - en esa tierra feliz donde los héroes ya no fueran necesarios. Pero ya que en este mundo la avaricia, la ira, la envidia, la soberbia, la pereza, la lujuria y la estupidez son de más provecho que la humildad, la castidad, la fortaleza, la justicia y la razón, y tenemos que elegir, pues así es el ser humano..., quizá no sea vano del todo el hacernos fuertes alguna vez, aun a riesgo de heroísmo.



(Palabras de Tomas Moro a su hija Margarita en "Un hombre para la eternidad", de Robert Bolt, pieza teatral que Fred Zinnemann llevó a la pantalla en 1966 y en la que Paul Scofield, interpretando a Moro, obtuvo un Oscar de los seis que ganó la película).



Ahora - con la muerte antesdeayer de Paul Scofield - nos llega, a través de su figura, el perfil de Tomas Moro - "adelantado en la cuarentena - lo describió Bolt al presentar a sus personajes -, pálido, estatura mediana, no muy robusto. Pero la vida de la inteligencia es en él tan abundante y bienhumorada que llega a iluminar su físico. Movimientos amplios y rápidos, nunca bruscos, pues tiene una natural moderación. Rostro de intelectual, se alegra con facilidad, para volver a su ordinario serio y comprensivo. Sólo en momentos de crisis aguda se torna ascético, y entonces es helador".


De Tomas Moro dejó dicho Samuel Johnson:


"Fue la persona de mayor virtud que estas islas han producido".
(Imagen: Paul Scofield.-Flickr)

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