Asomado a Mi Siglo veo la vida que pasa igual que esos salmones que van tenazmente, determinantemente..., casi a pesar de ellos, con una fuerza interior que les empuja y les invade de valor, a remontar el riachuelo preciso que les vio nacer, y ello lo hacen casi de modo ciego, por su impulso y su energía incansable, y de modo asombrosamente lúcido en su búsqueda de orientación..., sin dudar en medio del laberinto de aguas, volviendo una y otra vez a elegir el exacto camino entre mil caminos desorientadores..., así el hombre vuelve - lo perciba o no, lo desee o no - hacia su principio y su origen. Y tras largas ausencias físicas y espirituales, tras alejamientos que han llegado a durar una vida entera, el hombre se siente impelido a retornar al inicio de donde surgió. Y remontando todo ese río de vida al revés, todos, todos los hombres, volvemos doblando las embocaduras de la vejez y de la fatiga, arrastrados por el fluir de las edades imparables, como absorbidos por algo que nos vuelve a llamar y que, para atraernos, va despojándonos de vitalidad y de energía. Y son algunos de entre nosotros, los que retornan con pasión por volver; y son otros los que emplean un natural vigor en resistirse a todo ese otro gran vigor indominable, y aún hay otros, que no encuentran la esencia de ese olor que impregna el retornar de su camino (aturdidos por mil perfumes de la vuelta, y desconcertados mientras se agotan por no desconcertarse), exprimidas todas sus fuerzas, y sin darse cuenta de que, a pesar de todos sus esfuerzos, han llegado a su fin.
(Esto decía un personaje mío en mi novela Contramuerte publicada hace casi veinticinco años.
(Esto decía un personaje mío en mi novela Contramuerte publicada hace casi veinticinco años.
Sigo pensando lo mismo cuando veo pasar a los salmones, cuando veo pasar a la vida - acodado aquí, al borde de Mi Siglo -, viendo cómo fluye el siglo en medio de las aguas).
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