jueves, 26 de junio de 2008

CRIMEN Y CASTIGO






"En esa iglesia, me dice un amigo, -va contando Claudio Magris en un viaje que hizo por Varsovia en 1989 -, se ve de vez en cuando a un viejo cura que confesó a Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz, antes de su ejecución. Me maravillo de que Höss se confesara; pocas semanas antes había escrito su libro autobiográfico sobre Auschwitz, un libro tremendo y grandioso donde el horror se cuenta con imperturbable objetividad, sin arrepentimientos ni reticencias, sin buscar atenuantes y sin esconder nada, sin comentario ni juicio, como si quien canta ese infierno fuera la naturaleza indiferente e impasible, que no esconde ni justifica nada y no se arrepiente de nada. La confesión duró trece horas, divididas en tres sesiones. No entiendo por qué fue necesario tanto tiempo. Si uno de nosotros no se confiesa durante muchos años - sigue diciendo Magris -, necesitará después horas y horas para hacer la lista de las innumerables, pequeñas y mezquinas culpas con las que se mancha cada día. Pero a Höss le habría bastado medio minuto, el tiempo de decir: "He asesinado a millones de personas."


Todo esto lo cuenta Magris en el Corriere della Sera, a través de cuarenta crónicas de viaje que reúne en su libro "El infinito viajar" (Anagrama). Aquella pregunta que queda formulada en "Enrique de Ofterdingen", la gran novela de Novalis, interrogando "¿Adónde os dirigís?" y contestando, "Siempre hacia casa", nos lleva a ese gran retorno en el que el viaje aparece como odisea o metáfora del recorrido atravesando la vida. Se ha escrito mucho sobre el viajar, pero aquí el gran autor triestino contrapone en su soberbio prólogo las dos formas de entender el viaje: la concepción del viaje circular, que implica el retorno final al hogar o a la patria ( desde Homero hasta Joyce), y la otra forma, en la que el desplazamiento es rectilíneo y cuya meta final no es otra que la muerte, que se intenta diferir gracias al "infinito viajar", a la transformación conforme nos vamos desplazando, una transformación que se procura lograr mediante la escritura.

Magris viaja no solamente sobre la piel de las ciudades o los paisajes sino que entra en las vidas gracias a un viaje naturalmente culto, como un Danubio que surcara conversaciones, reflexiones e historia, tal como él hizo hace años con el célebre río. También aquí hay microcosmos, otra de sus obras más relevantes. Cuando entra en el apartamento del primer piso de la calle Kaznachéiskaia 11 en Leningrado, se encuentra con los cuartitos abuhardillados y las escaleras mal iluminadas donde vivía Raskólnikov y donde se escribió "Crimen y castigo". "Con un genio en el que la caridad cristiana se entrelazaba con la más turbia experiencia del nihilismo moderno - dice Magris -, Dostoievski mostró cuán trágica y al tiempo ridículamente banal es la seducción transgresora, que invita a infringir la ley moral en nombre del insondable y fangoso fluir de la vida; sus héroes, como Raskólnikov o cada uno de nosotros, son grandes en el sufrimiento y a la postre en la protervia que induce a dejarse deslumbrar por la bazofia del mal, interpretando al pie de la letra los primeros libros que se ponen a tiro, devorados apresuradamente y mal digeridos. Tal vez sólo Dante haya logrado en igual medida hacer hablar a sus personajes desde el interior de sus dramas, sin arrollarlos con el decálogo de valores en que creía firmemente. Dostoievski no impone ni siquiera a sus figuras más abyectas, a la voz de su desgarrada depravación, el Evangelio; es más, es precisamente éste el que le intima a escuchar, sin censuras, las expresiones más disonantes del corazón humano. En esa Divina comedia moderna que es su narrativa, los cercos dantescos se han transformado en las escaleras y los pasillos oscuros de los barrios populares de la metrópoli, el paisaje más verdadero de nuestra poesía, nuestro teatro del mundo".
Se sabe que hay lectores más inclinados a la epopeya homérica de Tolstoi que al drama abierto siempre por Dostoievski, y al revés. Steiner lo estudió muy bien trazando su distinto paralelismo. Pero se esté o no más inclinado a Dostoievski que a Tolstoi, estas páginas de Magris nos hacen viajar no sólo por la epidermis de los paisajes sino por las alcantarillas del ser humano. Ahí está, entre otros, Rudolf Höss con su castigo y su crimen y ahí también Raskólnikov con su crimen y castigo.
(Imágenes: Rudolf Höss.-law.umkc.edu/ "Raskólnihov y Marmeladov", por Klodt Michail Petrovich, upload.wikimedia.org/ Rakólnikov, adaptación de "Crimen y castigo", director Lev Kulidzhamov.)

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