miércoles, 25 de junio de 2008

LUCES Y SOMBRAS DEL PERIODISMO (2)





Ayer citaba una pequeña reflexión de luz sobre el periodismo. Hoy toca una pequeña - o quizá grande - reflexión sobre la sombra que rodea al periodismo actual (al menos, al español). La última aportación de gran interés fue también la de ayer, de Juan Pedro Quiñonero, en su magnífico blog de referencia Una temporada en el infierno. Conviene leerla.


Pero volviendo - como ayer - al libro de Pilar Diezhandino, "La elite de los periodistas", copio algunas de las conclusiones que de él se extraen: "Los periodistas (españoles) como élite están instalados en la provisionalidad permanente. En la radio y, sobre todo, en la televisión la fama es muy efímera. La de la prensa es más estable, pero el periodista se debate siempre entre subir puestos en el escalafón, lo que supone alejarse del pálpito de la calle, o no conseguirlo y afrontar el fantasma de un cierto fracaso.


Hay motivos para ello. La élite de esta profesión en este momento es muy joven: justo por encima de los cuarenta años. Ha llegado, por las circunstancias especiales en que se ha desarrollado el periodismo en estos últimos tres lustros, a los puestos más altos en plena juventud, lo cual ha traído como efecto negativo un cierto síndrome de ascenso rápido y, dicho de otra forma, una suerte de frustración si superada la cuarentena no se han alcanzado otras cotas de responsabilidad que las simplemente informativas."


En la mención a las nuevas generaciones -sigue Diezhandino -" se manifiesta una cierta dosis de escepticismo: a la idea general de que los jóvenes profesionales están bien formados, se une la impresión mayoritaria de que la suya ha sido una enseñanza carente de un principio primordial: el del rigor y la exigencia personal. Sorprende y alarma la impresión de que en la enseñanza de los futuros profesionales no se ha puesto el suficiente hincapié en la necesidad de la integridad personal y profesional. Una ausencia que da lugar a que en muchos jóvenes periodistas prevalezca, sobre cualquier otra meta profesional, una ambición sin límites. El todo vale. La impresión de que las jóvenes generaciones mimetizan enseguida lo más reprochable: esa cierta tendencia de la profesión a la prepotencia. En palabras de un también joven director de revista: "Es terrible que alguien con seis años de profesión diga o crea que ya lo sabe todo".
Abundando en las nuevas generaciones, una preocupación compartida es el fenómeno de la saturación de periodistas, lo que irremediablemente ha llevado a una precariedad laboral sin precedentes. Del miedo al desempleo ha nacido el espíritu de meritoriaje permanente que, a su vez, ha ido socavando la necesaria actitud agresiva, en el mejor sentido de la expresión, crítica, que le debe ser propia a la profesión. La precariedad laboral propicia empleados sumisos y obedientes.

Buena parte de la élite acepta la acusación de falta de rigor en el producto informativo, "camuflada con la apariencia y el tono de certeza apabullante". Hacen suya la crítica de que el periodismo hoy adolece de no verificar la información, no comprobarla, de limitarse a contrastar opiniones, el blanco y el negro, el pro y el contra, de eludir el esfuerzo de acudir a canales subterráneos, a tres o cuatro fuentes.

Un asunto, en esa misma línea de denuncia de los males de la profesión, que está casi siempre presente en las reflexiones de los profesionales, es cómo responder al hecho de que los medios tengan cada vez una tendencia mayor a ser simples cajas de resonancia de declaraciones, precisiones y análisis eleborados por instituciones y centros de opinión externos, sin ser siquiera comprobados en profundidad por los redactores ni publicados con la debida contextualización. Cada vez más, los contenidos llegan desde el exterior y la función de los periodistas se circunscribe a meterlos en los medios para ayudarlos a entrar en la opinión pública."

En otro párrafo Diezhandino añade: "Entre las cualidades más comúnmente apreciadas de un periodista están: la capacidad de trabajo, talento, discrección y humildad. Otras cuatro definen el grado óptimo del profesional: templanza, integridad profesional, rigor y autocontrol (controlarse mejor que controlar)".

Todas estas opiniones - que me parecen reveladoras - las recojo en mi libro "París, mayo 1968" (páginas 279-282).

No suelo hablar de política en Mi Siglo. Pero hoy dejaré aquí la reflexión de que, en las últimas elecciones españolas, prácticamente ningún periodista (alguna excepción hay) - y menos en los debates televisados - ha destacado por su posición crítica respecto a ningún político, fuera él del poder o de la oposición. Todo ha quedado en un asentimiento cauteloso, embozado por alguna "falsa" pregunta en apariencia "inconveniente", para salvar las apariencias. El resto ha sido mover la cabeza y la pluma en un agradecimiento silencioso a quien, desde la política, tenía a bien contestarle.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Salve, Maestro,

Es para mí un gran honor encontrarme en Tu Siglo,

Q.-