sábado, 6 de octubre de 2007

FINALES DE CUENTOS

En el taller de escritura al que asisto lunes, miércoles y viernes, el escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne nos propone el inicio de un cuento para que lo prosigamos. "Un personaje muy fantasioso -nos dice-pide que, al morir, lo entierren en una nube. Ahora debéis continuar hasta el final". Como los alumnos no sabemos de qué modo seguir, él mismo nos ayuda contándonos cómo la familia , para cumplir tal deseo, no tiene más remedio que detener a una nube que pasa, la aparta de todas las que cruzan - de los cúmulos, de los cirros, de los nimbos, de los estratos- , abre con cuidado una de esas partículas minúsculas de agua suspendidas en la atmósfera, separa todos los pequeños cristales de hielo y allí, en silencioso equilibrio y en el fondo del vapor transparente, coloca aquella vida horizontal tan enamorada de las nubes, a las que que siempre seguía y cortejaba desde el jardín.
...............................................
En el taller de escritura al que asisto martes, jueves y sábados, el escritor chino Zhang Hua, nos propone el comienzo de un cuento para que lo continuemos. Nos dice de pie, al lado de la pizarra: "Cuando hay un pelo de un hombre sujeto en el pico de un pájaro que vuela, ese hombre sueña que vuela". Como tampoco sabemos de qué forma podemos seguir, él mismo nos enseña a ese hombre que duerme en busca del pelo que lleva el pájaro en el pico, nos muestra las evoluciones del vuelo en su sueño y nos hace ver que ese pájaro llegará muy pronto hasta la nube en la que está viajando el hombre del cuento del lunes, miércoles y viernes.
- "Todo queda en el cielo" - nos dice Zhang Hua - "Así podéis decírselo a Nathaniel Hawthorne".

jueves, 4 de octubre de 2007

BALLET DE MEDUSAS

Catedrales de seda flotante -me dice Valéry prestándome los prismáticos-, ¿usted las ve?, fíjese bien en esas largas cintas vivas recorridas enteras por rápidas ondulaciones, por flecos y frunces que ellas pliegan y despliegan mientras se giran, se deforman, vuelan, fluidas como el fluido continuo que las aprieta y se pega a ellas y las sujeta por todas partes, hace hueco a su menor inflexión, y pasa a ocupar sus formas. Ahí, en la plenitud incomprensible del agua que parece no oponerles resistencia, esas criaturas disponen del ideal de la movilidad, y despliegan y repliegan su simetría radiante. Nada de suelo, nada de sólido para esas bailarinas absolutas; nada de tablas; sino un medio donde apoyarse en todos sus puntos, que ceden hacia donde se quiere. Nada de sólido, tampoco, en sus cuerpos de cristal elástico, nada de huesos, nada de articulaciones, ni vínculos invariables, ni segmentos que se pudiera contar...
Estamos en un acuario viendo moverse a las medusas. ¿O estamos en un teatro viendo danzar a las bailarinas de Degas? A veces, con los prismáticos, no sé dónde estoy. Quizá me encuentre en un museo, ante un cuadro de Degas que parece un ballet, ballet que a su vez parece un acuario en donde las medusas danzan. Llaman la atención ahora por la brillante luminiscencia de su pintura, por la luz fría de las blancas faldas que no centellean en el acuario, por el número de cambios trenzados cruzando el escenario. La virtuosidad, la resistencia física de estas bailarinas flotando en aguas superficiales, es atraída por el viento que intenta arrastrarlas en giros y vueltas y las faldas son a veces violetas y otras amarillas, la movilidad espacial las acerca al cine y yo tomo otra vez los prismáticos para ver las campanas de estos cabellos de medusas y seguir el color de este cuadro que está dentro del escenario, escenario que está dentro del agua.
La correspondencia de las artes es así. No sólo la pintura enlaza con la poesía y ésta a su vez se une con la música. Nunca sabemos dónde estamos. Mirando un paisaje decimos, por ejemplo: "parece un cuadro", mirando un cuadro nos asombra que supere a un paisaje, mirando a esta bailarina nos atrapa de pronto la medusa que nos lleva a Degas.

martes, 2 de octubre de 2007

RINOCERONTES

Cenamos anoche en la plaza del Callao, en una mesita al aire libre, el chileno Jaime Antúnez, gran entrevistador, y Ionesco que está de paso por Madrid.
Bajo el cielo otoñal Ionesco nos confiesa:
-Los rinocerontes son los totalitarios, los comunistas, los fascistas; pero también son los seguidores de ideas ajenas o recibidas. Y eso ocurre, por ejemplo, con la falta de libertad frente a la moda.
De repente pasa en tropel por la Gran Vía un grupo enorme de rinocerontes negros con su hocico abierto y sus dos cuernos, la piel de color pizarra, llena de pliegues y sin pelo. Vienen del día escondido, de la vegetación de la época, de los arbustos de las discusiones, de los destrozos de la apatía. Son de comportamiento imprevisible y caprichoso, levantan una nube de polvo y provocan un ruido temible con su carga violenta.
Ionesco no se inmuta al verlos pasar y sólo comenta entristecido:
-Es grave, cuando todos siguen una determinada línea de pensamiento, decirse: "¿Cómo puedo tener derecho a pensar lo que los otros no piensan, cómo atreverme a no pensar como los otros?".
Luego la Gran Vía se queda desierta, llena de polvareda, como todo Madrid, como tantos países.
Ionesco y quienes le acompañamos volvemos sin decirnos nada, buscando el silencio.

domingo, 30 de septiembre de 2007

LO QUE HAS VISTO EN LA NOCHE

"Cierra tus ojos físicos para que veas primero tu cuadro con los ojos del espíritu -me susurra mientras me voy durmiendo Caspar David Friedrich, ese gran pintor del romanticismo alemán-. Luego, haz que aparezca en el día lo que has visto en tu noche, para que su acción se ejerza a su vez sobre otros seres, del exterior hacia el interior".
- Pero yo lo que quiero es escribir...- protesto casi entre sueños.
- Es que escribir es lo mismo que pintar- me sigue diciendo -. Es la misma operación. El pintor no debe pintar solamente lo que ve ante él, sino lo que ve en él mismo. Si no ve nada en sí mismo que renuncie a pintar lo que ve afuera. En un escritor ocurre igual.
Entonces me doy vueltas en la cama intentando apartar la sábana de la pesadilla, procuro ver qué hora es, cuándo me levantaré a escribir.
Oigo la voz de Poussin en el cuarto:
-La mano de un pintor nunca tiene que trazar una línea que no se haya formado antes en el espíritu.
Me pongo, pues, a escribir todo esto en sueños antes de despertarme. Escribo deprisa que me acabo de acostar y que oigo voces de pintores mezcladas con las de poetas y artistas y consejos de cómo debo escribir.
A la mañana siguiente todo está ya escrito. Me acerco a la mesa y me asombra ver esta página tan llena de palabras creada durante el sueño. Aún tiene un velo de neblina la tinta y un leve color nocturno tiñe el papel.