jueves, 24 de abril de 2008

MAYO 68 : HISTORIAS DE LA HISTORIA

París, 29 de mayo 1968

"A las 11.30 horas el General, su mujer y su ayuda de campo dejan el Elíseo. En dirección a Issy-les-Moulineaux, donde esperan dos helicópteros. A mediodía, tras haber cargado numerosos bultos - entre ellos material completo para transfusiones sanguíneas, que acompaña al Presidente de la República en todos sus viajes -,despegan.
Escala en Saint-Dizier para saber noticias de Massu, que a estas horas ya debe haber sido prevenido por De Boissieu. No hay noticias. De Boissieau no ha podido localizar a Massu a causa de la huelga de Correos y Teléfonos...¿Qué se puede hacer ahora? El General reflexiona, con el ruido ensordecedor del helicóptero al fondo. Luego escribe en el dorso de un sobre que tiende a su ayuda de campo: "Residencia del general comandante en jefe de las FFA" (Fuerzas Francesas de Alemania). Así que De Gaulle se va a ir a Alemania, al extranjero, a casa del general Massu, que ayer, cuando se ventilaba la independencia argelina era su adversario, - sin avisar.
Se vuela raso para evitar los radares. El helicóptero sigue las curvas del terreno, sube y baja acatando los caprichos de la geología. Es discreto, pero cansado. El General y Madame De Gaulle ya no son jóvenes.
14.40 horas. Por fin consiguen contactar con Baden-Baden a través de la radio y se anuncian.
15.01 horas. El general Massu los espera en la pista de aterrizaje en posición de firmes. Apenas han bajado del helicóptero, mientras Madame Massu se hace cargo de Madame De Gaulle y se bajan las maletas de la pareja presidencial, el General ataca:
- ¡Se fastidió todo, Massu!
-¡No lo crea, mi General! Un hombre de su prestigio aún tiene posibilidades de actuar -le responde el militar.
De Gaulle explica:
- Se fastidió todo, los comunistas han provocado una parálisis total en el país. Yo ya no tengo ningún poder de mando. Así que me retiro, y como en Francia siento que estamos amenazados, yo y los míos, vengo a buscar refugio en su casa... Le he dicho a mi hijo que se reúna conmigo aquí, acompañado de su familia...Lo único que hay que hacer es avisar a las autoridades alemanas de mi petición de hospitalidad.
Y añade, catastrofista:
-¡Ahora que ya no estoy en Francia, el Consejo Constitucional anunciará mi destitución!
Massu no se deja impresionar: "Mi General, qué importa eso, está Ud. en una situación jodida y todavía lo estará durante algún tiempo. Vuelva. No se puede hacer otra cosa".
Después de una tortilla, un vaso de agua y dos cafés, De Gaulle se siente mejor. A pesar de los sarcasmos de Madame Massu -"No se puede volver a vivir un 18 de junio a los setenta y ocho años" -, y por muy grande que haya sido su desconcierto, se ha recuperado en menos de una hora. Da la orden de realizar los preparativos para la partida".
(Esto - que cuenta Sitbon en "La primavera de París" y que yo recojo en mi libro sobre "Mayo del 68" - no es indudablemente un "momento estelar de la humanidad", por tomar la frase de Stefan Zweig, pero sí un "pequeño momento estelar" de ese mayo parisino que estos días se evoca. Aquella mañana, a las siete, el General había anulado una cita para comer, anunció que tenía el proyecto de descansar y "dormir un poco" en su casa de Colombey-les-Deux-Églises. Era la versión oficial, pero esa versión era falsa. A las ocho de la mañana De Gaulle pidió al director de su gabinete militar que partiera inmediatamente hacia el Este, llevando a su hijo, su nuera y sus tres nietos, que serían confiados - dijo - al general Massu en Baden-Baden.
Nadie en París supo ese día la verdad de aquella "desaparición" del Presidente de la República. El Elíseo estaba vacío de poder. La verdad no la conocían ni los políticos -Mendès-France, Mitterrand, Pompidou - ni tampoco nosotros, los corresponsales que estábamos allí.
Son las pequeñas historias de la Historia que se saben mucho tiempo después y que desvelan muy despacio sus curiosos enigmas).

martes, 22 de abril de 2008

LA NOCHE DE LOS LIBROS


Estaban muy ocupados charlando todos los libros. Cerré la puerta de Mi Siglo, entorné las ventanas del blog y estuve escuchando todo aquel rumor de estanterías en la noche de los libros, los volúmenes hablando unos con otros, los lomos de las filas altas encorvándose para susurrar habladurías a los de los estantes más bajos, los títulos comunicándose confidencias, las letras escapando de las portadas para correr a contar rumores de autores, fechas imprecisas, anécdotas secretas. Toda la biblioteca estaba en danza y la danza era bailada por libros infinitos, de todas las épocas, libros cruzados y encuadernados, libros rústicos, libros de mi niñez, libros recien comprados, libros subrayados, libros que yo no quería olvidar.
Estuve oyéndolos toda la noche.
- Los tontos - decía desde su alta estantería La Bruyere - leen un libro y no lo entienden; los talentos medianos creen entenderlo perfectamente; los grandes ingenios no lo entienden a veces del todo: encuentran oscuro lo que es oscuro y claro lo que es claro; los pedantes quieren encontrar oscuro lo que no lo es y no entender lo más inteligible.
Le contestó José de Maistre desde una esquina:
-Es cierto que recorriendo los libros reunidos por un hombre, se conoce en poco tiempo lo que es, lo que sabe y lo que ama.
Cicerón intervino de pronto desde otra repisa:
-Mis libros están siempre a mi disposición: nunca están ocupados.
Pero Swift casi le quitó la palabra:
-Estimo tanto los libros, que me los figuro vivientes, y que, al leerlos, converso con ellos.
Apareció una voz anónima, abriéndose paso por entre las maderas, encima casi de la puerta:
-Los libros antiguos -murmuró - son los libros de la juventud del mundo, y los libros nuevos son el fruto del tiempo.
Y Francis Bacon quiso añadirle desde un atril:
-La lectura hace maduro a un hombre; la plática lo hace desenvuelto, y el escribir lo hace exacto.
Después crucé el umbral de Mi Siglo y me alejé unos pasos de mi blog.
Aún estuve oyendo durante muchas horas los murmullos de los autores en la oscuridad. Vivían febriles. Se quitaban la palabra continuamente en la noche de los libros.

domingo, 20 de abril de 2008

EL LIBRO ELÉCTRICO


-Le pregunté si había oído hablar del libro eléctrico de salmos inventado por Happolati - me dijo Knut Hamsun.

- ¿Qué libro eléctr...?

Un libro con letras eléctricas que lucían en la oscuridad! Una magnífica empresa, millones de coronas en circulación, fundiciones e imprentas trabajando sin descanso, un gran número de mecánicos empleados a sueldo fijo. Había oído decir que setecientos hombres.

Me sorprendí y me asusté porque creí que ya había sido inventado el libro del futuro, el libro transformado en pequeña caja metálica, un diminuto ordenador plateado que cada uno llevaba en el bolsillo, un dispositivo portátil para la lectura de textos digitalizados. Pero no, estábamos en 1899, no era posible, Knut Hamsun estaba a mi lado y sonreía.

Entonces cerré la novela "Hambre" donde se decía todo aquello, revisé la capacidad de su memoria, la duración de su batería y la conexión inalámbrica que me permitía la descarga por vía telefónica.

Luego me fuí tranquilo a esperar el futuro. Estuve toda la tarde feliz, leyendo en un banco del parque.