sábado, 17 de noviembre de 2007

HOPPER REVISITADO

Los escritores vamos detrás de los pintores y los pintores van detrás de los fotógrafos y a veces los fotógrafos y los pintores van detrás de esta mujer que viene ahora por el pasillo del anónimo hotel, abre la puerta de la habitación y entra en la luz fría de este dormitorio de la ciudad, este dormitorio que tiene una única cama sobre la que la mujer se sienta y allí permanece con la espalda inclinada, toda ella algo pensativa, la maleta en el suelo, recordando u olvidando que lleva siempre la soledad a cuestas, que va y viene de soledad en soledad y qué no sabe bien qué hará esta noche ni tampoco mañana para que su soledad desaparezca.

- !Quédese así, no se mueva! - le está diciendo Edward Hopper, el gran artista norteamericano, mientras la va pintando lentamente con su simplicidad geométrica.

Y la mujer no se mueve. Sentada en la cama deja que la luz de Hopper la invada y el silencio de la habitación ocupe el cuadro.

Abrimos nosotros nosotros esta rendija de luz y, sin hablar, presenciamos su melancolía.

Es el aislamiento en la gran ciudad. La mujer consigo misma. El espacio. El vacío. Hopper la está pintando - y como hace en sus moteles, bares y galerías -con su luz desnuda la existencia.
Un bello e impronunciable vacío
de luz solar en habitaciones desnudas
sin más habitante que él mismo:
el amanecer y el ocaso de su vida
avanzaban en movimiento rotario, un sol solitario
envolviendo el plinto, en granito,
sobre el que él se alzaba
pintado por una luz que duró un día
y luego se extinguió...

Todo esto - los versos del poeta L. E. Sissman - lo relata muy bien Cees Nooteboom en su último libro El enigma de la luz (Siruela), cuando cierra su viaje por el arte.
También nosotros cerramos el cuadro. Cerramos el cuarto. Será difícil olvidar a esta mujer en soledad.


viernes, 16 de noviembre de 2007

EL TRAPERO DEL TIEMPO

- Se puede, por arrebatos de la pasión, ¿sabe usted?, malbaratar la vida; pero el que quiere guardarla para lo que más nos acerca a Dios, que es la creación, nada tiene que aprender, porque es una ciencia que se aprende sola


Todo esto me lo dice, sentado a mi lado en el asiento posterior del coche, el médico y humanista español Gregorio Marañón, saliendo de Madrid camino hacia su Cigarral de Toledo. Vamos - como siempre he contado en este blog -, él recostado en la realidad y yo en la invención, pero las vueltas que van dando las ruedas de la realidad junto a la velocidad de la invención se unen y confunden y a veces este automóvil de la imaginación y de la Historia nos hace ir más deprisa que los recuerdos.


Hablamos Marañón y yo del tiempo. Él se ha llamado a sí mismo "trapero del tiempo" porque utiliza para escribir todos los recortes de las horas dedicadas a la Medicina, es decir -como recuerda su biógrafo, Marino Gómez-Santos -, minutos sueltos pero que, acumulados al cabo de una semana o de meses, resulta un tiempo considerable. De esta manera suele aprovechar el trayecto de su casa al Hospital para escribir en el automóvil o aprovecha también su viaje a Toledo, o igualmente los minutos que median entre la llegada del Hospital y la llamada a la mesa.


Le digo a Marañón que hay un gran escritor centrouropeo llamado Joseph Roth, nacido en Galitzia Oriental y autor entre otras cosas de La marcha de Radetzky, que, como tantas otras personas, también está, o estaba, interesado por el tiempo, en concreto por la medición de éste en los relojes, esas esferas que intentan encerrar el tiempo bajo el cristal y que lo recortan o lo alargan según los cambiantes latidos de nuestras preocupaciones, doblando - como hacía Dalí- las soñadas esferas hasta lograr un tiempo blando que podamos perfectamente manejar y no un tiempo que nos maneje a nosotros.

Marañón no me escucha. Sigue inmerso en su conversación- ocupación, aprovechando este viaje nuestro a Toledo para escribir y tomar notas para sus ensayos y sus biografías. Pienso que esos "traperos del tiempo" existen en muchos lugares porque recuerdo a Virginia Woolf apuntando en su Diario de 1928: "tengo exactamente 5 minutos antes de la cena". Y aprovechaba esos 5 minutos para escribir.


- Pero yo no hago milagros -me dice de pronto Gregorio Marañón en el coche -. Lo que ocurrre es que no juego a las cartas, ni cazo, ni voy a tertulias. Cada día de trabajo me imagino que tengo que tomar un avión a las seis de la tarde y de ese modo aprovecho todos los minutos del día, como si efectivamente me fuera de viaje a las seis. A esa hora he cumplido con todas mis obligaciones y todavía me quedan más de seis hasta el momento de irme a descansar.


Pero ya hemos llegado a Toledo. Mi invención frena suavemente y la realidad se detiene ante las puertas de la ciudad imperial.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

VISIÓN DE CIUDADES

Al bajar el otro día -como conté aquí el 9 de noviembre - de la cubierta de El espejo del mar y abandonar el ritmo de las aguas, Conrad quiso detenerse un momento conmigo, sentarse en un banco y confiarme - me dijo - aquella gran impresión que le había causado hacía ya años la ciudad de Londres, cuando desde lejos la ve su personaje, Verloc, protagonista de El agente secreto, el agitador asalariado y a la vez espía de embajada.






-En el prólogo a la segunda edición de aquella novela mía - me dijo Conrad rememorando - escribí que se me presentó entonces la visión de una gran ciudad, de una monstruosa ciudad más poblada que algunos continentes e indiferente, por su humano poderío, a la cólera o a las sonrisas del cielo: un cruel devorador de la luz del mundo. Allí, ¿sabe usted?, había espacio suficiente para situar cualquier historia, profundidad para cualquier pasión, variedad para cualquier argumento, suficiente oscuridad como para enterrar cinco millones de vidas. De manera irresistible - siguió diciéndome Conrad -, la ciudad se convirtió en el escenario para el siguiente período de profundas e insinuantes meditaciones. Interminables vistas se abrían ante mí en varias direcciones. Necesitaría años para encontrar el camino apropiado.




Me hablaba Conrad del Londres de 1907 y yo le comenté que aún hay otra visión de aquella gran capital que a mí siempre me ha impresionado. Es la del escritor ingles Thomas Hardy cuando describe a la muchedumbre como a un gran animal.


Hardy dice que allí la multitud pierde su carácter de agregado de unidades incontables y se convierte en un todo orgánico, una criatura como molusco negro que nada tiene en común con la humanidad, que va adquiriendo los perfiles de las calles sobre las que se ha extendido y arroja horribles excrecencias y miembros a las calles cercanas; una criatura cuya voz exuda desde la piel membranosa y que tiene un ojo por cada poro del cuerpo. Los balcones, puestos y andenes del ferrocarril están ocupados por pequeñas pero distintas formas del mismo tejido, pero de movimiento más suave, como si fuesen los huevos del monstruo de la niebla.- ¿A qué es impresionante?, añadí.




Ya más tarde, paseando solo por rincones de lecturas, me acordé de cómo habla Eliot de la belleza de Nueva York. El caos de puentes y rascacielos -escribe -, de tristes chimeneas, de lóbregas fábricas, de extraños mástiles industriales y de estrafalarias cabrias y grúas, de esa hedionda e infernal maquinaria que rodea a la ciudad de Nueva York, es, con todo, uno de los espectáculos más conmovedores - y bellos - del mundo.






Recordé el Nueva York de Melville, Edith Warton, Henry James narrando historias en Washington Square, el Nueva York de Dreiser, O. Henry, Scott Fitzgerald, Kerouac, Dorothy Parker, Capote ante el escaparte de Tiffany, Ralph Ellison en Harlem, Don DeLillo en el Bronx, Salinger en Central Park, Tom Wolfe, Auster y tantos otros.




Luego me fuí envolviendo en la ensoñación de las ciudades, en ciudades imaginadas, en ciudades que uno quisiera volver a ver.

martes, 13 de noviembre de 2007

LA GRAN CONVERSACIÓN EN LA RED

Leo en el periódico Clarín de Buenos Aires:

-Un weblog, o blog, es básicamente. una página personal de Internet, sin fines de lucro y que se diseña y se pone online muy fácilmente.

El Mercurio, de Santiago de Chile, le contesta después:

-¿Tú sabes lo que significa la palabra blog? Significa bitácora, entonces es una bitácora en la web, weblog.

El diálogo prosigue:

-El escritor de blogs es cada día más activo. Internet ha pasado de ser la gran biblioteca a ser la gran conversación - intervienen desde un periódico de Madrid.

Todo esto me lo recuerda Judit Freixa, del Observatorio de Neología de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Me lo va contando en un interesantísimo artículo sobre los neologismos más frecuentes que publica Fundéu, la Fundación del Español Urgente.

Si neologismo es el vocablo, acepción o giro nuevo en una lengua, blog va hoy a la cabeza como una nueva realidad, algo que no existía anteriormente y que ha sido necesario denominar. Hoy la palabra blog aparece usada con toda normalidad, sin explicaciones y sin marcas tipográficas.



Pero el diálogo continúa:

-Entre los webloggers - aporta un periódico madrileño - es más habitual leer hasta 20 o 25 weblogs, probablemente por la necesidad de estar al día de lo que sucede en la blogosfera y por su mayor implicación en este pequeño universo.

- No tan pequeño. En 2006 cada día aparecían 75.000. Cada seis meses se duplica la población de la blogosfera, que es hoy 60 veces más grande que hace tres años.

- Y luego está la gran cantidad de vocablos que surgen, por ejemplo fotoblog, blogrolling, blog ging.- me añade Judit Freixa.



La conversación se expande. Mujeres blogosféricas cruzan sus mensajes con hombres y mujeres que bloguean desde rincones lejanos. El mundo gira en torno a un diálogo tecleado, los sobres han desaparecido, los sellos son historia y el cartero ya no llama dos veces. Las palabras cobran eco de instantaneidad. Apenas acabamos de escribir cuando ya nos están leyendo en la otra punta del mundo.